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EUGÈNE FREYSSINET

José A. Fernández Ordóñez 

Prólogo a esta edición a cargo de José Ramón Navarro Vera

“Un día tuve la idea de que, si bien no se podía obligar al hormigón a seguir sin rotura la deformación del acero, se podía al contrario imponer al acero la deformación del hormigón. Para ello bastaría someter el conjunto de las armaduras a una tensión total más elevada que toda tracción ulterior de manera que el hormigón se encontrara permanentemente comprimido”.

Eugène Freyssinet

 

“Solo la aparición del arco es comparable en importancia al invento de Freyssinet, y en cierto modo semejante, ya que ambos son artificios mediante los cuales la materia se vence a sí misma.”

José A. Fernández Ordóñez

 

“En no qué honda intención de construir, que sordamente
inquieta mi pensamiento”.

Paul Valéry

 
 

    Recuerdo el verano de 1978 cuando José A. Fernández Ordóñez me re- galó su recién publicada biografía de Eugène Freyssinet. Me sumergí de inmediato en sus páginas que leí y subrayé de modo compulsivo. A lo largo de estos más de cuarenta años he tenido muchas ocasiones para releerla y disfrutar de su lectura, por eso ahora puedo afirmar que este libro es un texto que no ha envejecido, sino que por el contrario se mantiene fresco y vigente por lo que cuenta y cómo lo cuenta: el relato apasionado de la invención del hormigón pretensado.


Esta biografía se sitúa en la estela de otras de ingenieros civiles, en la que destacan autores como Samuel Smiles y L.T.C. Rolt, que escribieron relatos sobre la vida y obra de grandes ingenieros de la historia como Thomas Telford, I.K. Brunel, o los Stephenson padre e hijo; y de otros, que expusieron la dimensión creativa de ingenieros proyectistas de formas estructurales como Robert Maillart, entre los que se encuentran D.P. Billington, el crítico de la arquitectura S. Giedion y el artista Max Bill. Aunque algunos de estos autores tuvieron vínculos con la ingeniería, ninguno fue un profesional en activo como José A. Fernández Ordóñez, ingeniero de caminos, proyectista y constructor de puentes. Durante los quince años que empleó en escribir esta biografía construyó los de Juan Bravo en Ma- drid, Martorell y del Milenario en Tortosa, que se han convertido en hitos técnicos y formales de la ingeniería civil española del siglo XX.

Fernández Ordoñez conoció a Freyssinet a través de su padre, el ingeniero de caminos Francisco Fernández Conde -a quien está dedicada esta biografía- que era representante en España de la patente del pretensado del ingeniero francés. En el verano de 1965 realizó “una larga peregrinación por toda Francia” para visitar obras de Freyssinet. En el transcurso de ella, obtuvo de diversas fuentes información original del inventor del pretensado.

Fernández Ordoñez reivindicaba la historia de la ingeniería en la ense- ñanza de los futuros ingenieros. Sostenía que conocer “los logros y reali- zaciones pasadas, así como los fracasos, tiene una enorme relevancia para el ingeniero actual. El aprendizaje del pasado no puede ser enfocado sino como un aprendizaje hacia el futuro. Lo decisivo es iluminar al alumno hacia lo que esperamos, hacia lo que falta.” Este es el ideario que rige esta biografía de Freyssinet en la que se funde la vida y la obra del inventor del pretensado, su figura humana y profesional como un ejemplo de la “hon- radez de su espíritu de artista y creador”.

Una constante del pensamiento de Fernández Ordóñez fue la fusión de la práctica con su horizonte teórico lo que para él constituía un compromiso ético. En los grandes ingenieros de la historia, “hay que analizar lo que escriben, lo que predican, y contrastarlo con lo que hacen. Y esto es importante, no tanto como un ejercicio especulativo, como por su dimensión ética”. Quienes tuvimos el privilegio de ser sus alumnos en la Escuela de Ingenieros de Caminos de Madrid, aprendimos de él que además de una ética pública que exige al ingeniero asignar y emplear los recursos de los ciudadanos sin despilfarros innecesarios, este profesional debe de estar dotado de “honradez técnica”, la “probité technique” que destacaba en la personalidad de Freyssinet , una actitud que implica que del trabajo profe- sional debe de desterrarse la rutina; cada obra debe significar un progreso sobre las precedentes, y el convencimiento de que, en su trabajo, el ingeniero no puede alcanzar lo que desea tomando atajos, sin correr riesgos.

Eugène Freyssinet y Eduardo Torroja son dos de los grandes ingenieros de la historia de la ingeniería civil que Fernández Ordoñez más admiraba.

Sin embargo, ambos eran muy diferentes en su posicionamiento frente a la teoría y práctica de su trabajo profesional. Si Torroja confiaba en el cálculo, Freyssinet lo hacía en su intuición y experiencia. Cuando se estaban ejecutando las marquesinas del Hipódromo de Madrid, su constructor, José María Aguirre, sugirió a Torroja la conveniencia de ensayar un módulo de la misma a escala real para observar su comportamiento estructural sometiéndolo a cargas. Torroja estaba tan seguro de sus cálculos que lo consideraba innecesario. Finalmente, la prueba se hizo con resultados sa- tisfactorios. Por el contrario, en esta biografía podemos leer este comenta- rio del mismo Freyssinet:

“Solo existen en mí dos fuentes de información: la percepción directa de los hechos y la intuición, en la que veo la expresión y el resumen de todas las experiencias acumuladas por la vida en el subconsciente de los seres. Bien entendido, es preciso que la intuición sea controlada por la experiencia. Pero cuando se halla en contradicción con el resultado de un cálculo, hago revisar el cálculo, y mis colaboradores aseguran que, a fin de cuentas, es siempre el cálculo el que está equivocado”.

Freyssinet había estudiado en la École Polytechnique, camino obligato- rio para los estudiantes de la carrera de ingeniería de Ponts et Chaussées. Era un centro dedicado a las ciencias básicas que había sido fundado en 1794 por Gaspard Monge, el creador de la Geometría Descriptiva. Como Freyssinet afirmaba, su paso por esa escuela no hizo de él un “politécnico”, al que que definía como “un hombre que cree ciegamente en las virtudes y el poder del razonamiento deductivo, y en particular de sus formas mate- máticas”. Fernández Ordoñez nos muestra en su biografía como el camino hacia la invención del hormigón pretensado está iluminado por una profunda intuición estructural unida a la voluntad tenaz de una sola persona. Lo que el autor de esta biografía llama “una de las aventuras más apasionantes que conozco de la historia de la construcción”, para referirse al episodio que se desarrolló en la primavera de 1911 en un puente proyectado y construido por Freyssinet, el Veurdre sobre el río Allier, puede ser un buen ejemplo para entender como era la personalidad de Freyssinet, al mismo tiempo que constituye uno de los momentos decisivos en el itinerario hacia el pretensado. Se trataba de un puente de hormigón armado de tres bóvedas de 72,50 m. de luz rebajadas a 1/15, que habían sido construidas con rótulas en arranques y clave como prescribía la Circular francesa de hormigón armado de 1906, en cuya redacción habían tenido un papel importante los matemáticos. Poco después de terminada la obra aparecieron alarmantes deformaciones en las claves de las bóvedas que Freyssinet atribuyó correctamente a que el módulo elástico de hormigón no era constante como definía la Circular, sino que variaba con el tiempo y las cargas. El joven ingeniero –tenía 32 años– estaba desesperado porque las deformaciones aumentaban y las soluciones que pensaba aplicar eran desaconsejadas por los prestigiosos ingenieros que consultaba, como el mismo recordaba años después en el relato de este episodio:

“Cogido entre mi fe todavía intacta en la ciencia oficial y los reglamentos, y la terrible certeza de que mis bóvedas iban a hundirse enseguida, mi espíritu tenía una inquietud horrorosa que me impedía toda posibilidad de acción. Estaba ahogado en el absurdo y creí volverme loco.”

Finalmente tomó una decisión audaz y arriesgada: hizo cortar las claves de las bóvedas instalando en ellas unos gatos que accionados devolvieron las bóvedas a su posición inicial, eliminando la articulación y hormigonándola. El puente del Veurdre no volvió a tener ningún problema estructural. Fue volado en la II Guerra Mundial.

En 1928, Freyssinet patenta el pretensado y, a los cincuenta años, abandona la actividad profesional dedicándose totalmente a perfeccionar y desarrollar el nuevo sistema que había inventado. En su relato, Fernández Ordoñez, que destacaba en los grandes ingenieros de la historia como Freyssinet o Ildefonso Cerdá su inconformismo con la mediocridad, su pasión e independencia que los llevaba a elegir su propio camino, aunque ello implicase la pobreza y el aislamiento social, se detiene especialmente en este episodio de la vida del inventor del pretensado.

Los cinco años de retiro fueron para Freyssinet “los de más ardorosa actividad que he conocido jamás. ¡Cuántas noches transcurridas febrilmente, observando ansiosamente con mis hombres -cuya fe y cuya pasión eran iguales a las mías- los resultados de un experimento! Tenía la sensación estimulante de estar creando técnicas nuevas del más vivo interés”. Al término de esos años, en los que había empleado todos sus ahorros, “Freyssinet se encontraba arruinado y agotado física y moralmente. En cinco años había perdido toda la fortuna acumulada durante 23 años”. Su salvación, y reivindicación del pretensado, llegaría en 1934 con la rehabilitación de la Estación Marítima del Havre. Años después, Freyssinet evocaría aquella época en la que desarrolló y puso a punto la técnica del pretensado con la invención de todo un utillaje de gatos de anclaje, cuñas, moldes y el gato plano: “No lamentaba nada, ni mis esfuerzos ni mi fortuna perdida. Por primera vez en mi vida, había tenido la ocasión de concentrar mi pensamiento sobre un problema único, sin ninguna otra preocupación”.

En su biografía, José A. Fernández Ordoñez sostiene que la invención del pretensado equivale a la del arco en la historia de la construcción; pero a diferencia del arco en el que las dovelas permanecen comprimidas por efecto de la gravedad,“la aparición del pretensado supondría por primera vez en la historia de la construcción la posibilidad de manipulación sobre los materiales y las estructuras de unas fuerzas previas y arbitrarias, unas fuerzas elegidas- no impuestas por la naturaleza como en el caso de la gravedad en el arco- que permitirían, previamente al funcionamiento definitivo de las estructuras, crear deformaciones y tensiones a voluntad, independientemente de las sobrecargas futuras de utilización.”

Todavía se suele considerar al pretensado como una continuidad técnica con el hormigón armado, como un artificio dirigido a eliminar la fisuración del hormigón sometido a tracción. Esta biografía nos muestra como lo que realmente llevó a Freyssinet a la invención del pretensado fue la búsqueda de un material nuevo, elevando el hormigón a la categoría de “material noble”, en la que se encuadran los que resisten tanto a compresión como a tracción:

“Un sólido homogéneo de hormigón, un elemento casi perfectamente elástico, que mantiene sus tensiones bajo las cargas dentro de los límites deseados, pudiéndose ser cargados y descargados indefinidamente sin altera- ción del hormigón. En el hormigón pretensado, el trabajo de las armaduras no depende casi de las cargas, es el hormigón solo quien soporta su acción, limitándose el papel de las armaduras a la creación de tensiones en el hormigón que impiden, cuando se apliquen las cargas, la aparición de tensiones”.

Freyssinet lo resumía así: “La pareja hormigón-acero es sustituida por la pareja hormigón-hormigón”.

Freyssinet no buscó la belleza en sus obras: “Les choses d’art me sont ètrangères” decía, sin embargo, la belleza aparece misteriosamente en muchas de ellas; por encima de todas en los Hangares de Orly construidos entre 1921 y 1923, desgraciadamente destruidos en 1944. Fernández Ordoñez afirmaba que Freyssinet “era un artista sin saberlo, y muy posiblemente sin pretenderlo”. La obra de los dos hangares para dirigibles configurando cada uno un gran espacio de 50 m. de altura libre y 80 m. de luz cubierto por una lámina parabólica plegada de hormigón con un espesor de 9 cm., producía una fuerte emoción estética en quienes los visitaban. Como Le Corbusier que incluyó imágenes de los hangares en construcción en su clá- sico “Vers une architecture” publicado en 1923. En 1936, en un artículo en “L’architectured’aujourd’hui”, Freyssinet se preguntaba: “¿Cómo una emo- ción tal, de orden únicamente moral, puede resultar de la puesta en obra de medios mecánicos con fines exclusivamente utilitarios?”, pregunta a la que, decía Fernández Ordoñez, “no han contestado todavía los críticos e historiadores del arte”.

En sus escritos, Freyssinet explica las dificultades que tuvo que resolver para superar un error cometido en las mediciones del anteproyecto que ganó el concurso de los hangares: “Me esforcé en rebajar al mínimo los costes de construcción (…) No buscaba más y ni un segundo pensé en los efectos artísticos”. En la ejecución de este proyecto desplegó todo su genio constructivo, destacando la gigantesca cimbra móvil de 130 toneladas arriostrada con tirantes. Para Fernández Ordoñez, Orly constituyó “una de las indiscutibles grandes obras maestras de la arquitectura contemporánea”, pero Freyssinet insistía en que “si he hecho arquitectura es sin saberlo y sin quererlo”. A pesar de ello, en los hangares de Paris encontramos materializado el ideario estético de Freyssinet, un ingeniero para quien no había separación entre el momento de concebir la forma de la materia y del de construirla, esos momentos estaban estrechamente unidos en su concepto constructivo. Para él, “un constructor sin pasión y sin coraje, buscará ejemplos en la costumbre, en los manuales, para dejar cubierta su responsabilidad, y sus decisiones serán extrañas a su sensibilidad. Una obra así concebida no provocará ninguna emoción: será una obra aburrida y sin brillo (…) En cualquier actividad, para que se puedan realizar obras capaces de emocionar, basta, por modesta que sea la tarea a emprender, fijarse un ideal de perfección y esforzarse en alcanzarlo, con el corazón liberado de toda preocupación y con todas las fuerzas del alma.”

Esta biografía de Eugène Freyssinet, escrita, decía su autor, con la “inten- ción de transmitir un patrimonio intelectual que de otro modo se hubiera perdido o quedado oculto durante muchos años”, no es solo un relato para ingenieros e historiadores de la ingeniería civil, sino para cualquier lector de mente abierta que quiera aproximarse a ella para descubrir la dignidad y emoción de ese acontecimiento de la experiencia humana, tan banalizado en el mundo contemporáneo, que es el de construir.

José Ramón Navarro Vera

ingeniero de caminos.






436
pág.
Tamaño: 15 x 22 cm
Encuadernación en tapa dura y sobrecubierta
Idioma: Español
ISBN: 978-84-125610-0-5

NUEVA EDICIÓN con vocación de facsímil

P.V.P: 40,00 €


» Prólogo a esta edición (José Ramón Navarro)

» Introducción (David Fernández-Ordóñez Hernández)


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